Hola chicos,
Toro de Lidia
Negro, salvaje y fuerte; con el porte de la casta de lidia y pitones relucientes, Anselmo pasea por la dehesa gobernando el terreno. Transmite la paz de los luchadores indultados por su valentía en el ruedo y dedica sus días a hacer de padre de familia numerosa, aunque sin hembra que le quiera ni un poquito.
En las tardes de verano inicia a sus hijos en el arte del valor porque un toro cobarde no es un toro de provecho; porque tener miedo sin razón no merece la pena. Todos en el campo le admiran ya que quien más y quien menos teme a las amenazas de la vida. Cada cual las suyas, las que le toca más de cerca, así que Anselmo es una especie de consejero a quien los demás acuden para calmar los sustos.
La primera en acercarse bien temprano es Aurora, una rata que vive atemorizada cuando los gatos de Doña Piedad salen a desayunar, a almorzar y a cenar.
– ¡Ay, Anselmo! Voy a morir de inanición un día o acabaré en las garras de alguno de esos gatos perversos que llegan en verano y no se van hasta el otoño -se quejaba la ratita.
– ¿Sabes, Aurora, que el miedo se hace más fuerte si tú lo escuchas? No dejes que te pare y camina adelante con oídos sordos, que se irá solo- le sugería Anselmo.